OPINIONES
Esta nueva exposición muestra un Helguera más pleno, más maduro, más original.
Su estilo delicado, perfecto, combina sutilmente el academicismo y su personal creatividad, infundiendo nueva vida a la tradición académica y situandola más alla del tiempo.
Opta por sus peculiares composiciones y despliega un cromatismo entonado, exquisito, que resalta la armonía del tema representado, con frecuencia colmado de contenido simbólico.
Su interés por la composición cuida el equilibrio de masas, la fuerza rítmica, la decisión en la línea, sitúa la figura en el espacio y la trata en función de las sensaciones que le transmite el tema aportando notas cromáticas altas o bajas según su personal interpretación.
Pero no observa el modelo, ni siquiera lo tiene presente, sino que lo sueña, lo visualiza y lo recrea dejando el protagonismo a la intuición, la imaginación y las emociones en un contexto de intemporalidad.
Las figuras, con mayor presencia en sus obras, representan personajes cálidos y tranquilos, manteniendo la suavidad de las formas que transmiten al espectador un sosiego de difícil descripción.
En el sustrato pictórico de Helguera, se encuentra una ejecución técnica impecable del dibujo como elemento esencial del cuadro. Este dibujo ejecutado basándose en trazos mínimos pero eficaces que condicionan el conjunto del lienzo, es el que marca las directrices de una producción rigurosa y sólida.
El dibujo también permite alcanzar unas anatomías humanas que rozan con la belleza canónica de los cuerpos. Helguera busca una representación perfecta del rostro y del cuerpo humano, que conduce a la búsqueda de una belleza absoluta. Las facciones de los rostros resultan canónicas. No hay ningún desequilibrio que corrija la perfección.
El resultado de todo ello, son unos cuadros marcados por la elegancia en la composición y en el contenido, bellos en definitiva.
Debemos convenir que, a través de sus recorridos creativos, su pintura se transforma en una comunicación que libera de los latidos exquisitamente interiores, atenuando el carácter descriptivo,como si Eduardo Helguera quisiera aventajar, superar los datos reales, objetivos, para transfigurar el contexto, la representación, en formas vaporosas, aéreas, siguiendo un «input» ideativo y fantástico.
Las figuras, los paisajes y las escenas de vida se vuelven, en sus representaciones, en emblemáticas esencias de sensibles intuiciones y sentimientos profundos, sugeridos por el quedo germinar de sueños y de memorias celosamente custodiados en el espíritu.
Eduardo Helguera rinde palpables los contenidos de su mensaje con un lenguaje estilístico libre, ágil e inmediato, que se sirve de una fraseología gráfica y cromática empapada de lirismo encantador.